lunes, 11 de enero de 2010

Funcionalmente perfecto


Hoy. Después del antiguo ahora. Doy un paseo por las calles y miro las construcciones que actualmente el hombre ha construido. Son bloques de casas, apartamentos-colmena. Dicen que la primera impresión es la prevalece y ésta no me inspira gran cosa. Percibo neutralidad en las formas y utilitarismo en su contenido. Lástima, con qué poco nos conformamos. Hemos renunciado, abdicado, transigido con una petición que cualquier individuo reclamaría para sí: el don de lo hermoso. ¿Qué es lo hermoso? Es eso que te encoge el corazón durante un instante, es eso que tu espíritu absorbe como energía sublime que lo ilumina, es eso que te hace volver la cabeza para contemplar los arboles, los pájaros y el cielo para encontrar su réplica en nuestro espíritu… 



La absorción de lo hermoso es la mejor medicina que tenemos para acercarnos a lo que realmente somos y para escapar de la opresiva atmósfera alienante y mecanicista que nos envuelve. A fuerza de observar tanta mediocridad erigida, nuestros ojos han banalizado la realidad, convirtiéndola en un mundo replicante e indiferente. En un mundo funcional, gris y eternamente lluvioso para nuestras almas, el sol y la luz de la perfección de las maravillas de los antiguos están ausentes por período vacacional indefinido. ¿ Es esto el progreso?


 Lo funcionalmente perfecto ha sustituido a las hermosas elevaciones edificadas; el verdadero goce de los sentidos ha sido reemplazado por el culto geométrico anodino del espacio, todo ello sacrificado en el altar del pragmatismo. Tenemos en realidad lo que nos merecemos, hemos abjurado de la belleza porque la hemos exiliado de nuestros corazones de hombres modernos civilizados, al país de nunca jamás, por las fuerzas vitales que impulsan nuestros cerebros programados de mentes pródigas en administrar racionalmente lo correcto;  en el desván de nuestra alma está lo único, lo auténtico, lo hermoso, clasificado “desechable” por inútil. 


 La música de la hermosura subyace en nuestras almas de modo incontenible, pero las cuerdas de nuestro espíritu están desafinadas por falta de práctica, al violinista lo han despedido porque enloquece al vecindario. Esos edificios, que se elevan hacia el azul del cielo, nos reprochan mudamente con tristeza  nuestra desidia y abandono de lo bello, como un hijo que llora ante su padre. El músico ha ingresado en las colas del paro y no está solo en la hilera, que da la vuelta a la manzana. Rescatemos lo hermoso antes de que las arenas movedizas de la mediocridad nos engullan para siempre...





2 comentarios:

  1. Parece que la modernidad conlleva el sacrificio estético: lo útil es la moneda de cambio, pero ¿útil para qué?

    Gracias por inspirar pensamientos.
    Un saludo.

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  2. Ciertamente, en la peliaguda pregunta se encierra arteramente agazapada la respuesta, pero el problema es saber dónde buscar.
    Como sugería Platón, ¿lo útil es hermoso?
    Gracias por opinar.
    Saludos
    CitizenGhola

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